La masonería, que llegó con el colonialismo europeo, tiene un papel nada despreciable en la evolución política del continente africano. De Sudáfrica a Liberia, de Gabón a Madagascar, suman 90.000 miembros. A menudo influyentes, no es raro verlos en la cima del poder.
Es necesario situarse en 1772 para descubrir la fecha del nacimiento
de la masonería en África. La primera logia fue fundada en Ciudad del Cabo, en el lugar donde hoy está el Parlamento, que todavía acoge el
templo originario, el Goedehoop Temple, donde los masones celebraron sus
primeras reuniones.
Refugio hoy de algunas decenas de miles de adeptos,
la masonería sudafricana contó en sus filas con Cecil John Rhodes, uno
de los artífices de la colonia, y Ernest y Harry Oppenheimer, fundadores
del imperio de diamantes De Beers.
Esta logia, como la primera logia francófona del continente, fundada
en Saint-Louis (ciudad del actual Senegal) en 1781 por el Gran Oriente
de Francia (GODF), no contaba con ningún afiliado africano.
El
periodista francés Claude Wauthier, en su libro L'étrange influence des
francs-maçons en Afrique francophone (Le Monde Diplomatique, Paris, 1997), habla de una "masonería colonial". Y recuerda que Jules Ferry,
que concibió el proyecto colonial francés, era un masón.
Después, la masonería abrió las puertas a los africanos y a los
negros de las colonias. Éste es el caso del diputado senegalés Blaise
Diagne, que en 1918 reclutó a los soldados para la infantería colonial, o
de Félix Eboué, originario de la Guayana, nombrado en 1940 gobernador
general del África Ecuatorial Francesa.
En el ámbito colonial, como
explica el libro de Rachid N'Diaye, L'Afrique et les francs-maçons: une
histoire d'espoir et de sang (Africa International, Paris, 1989), la
masonería no ha tenido un comportamiento monolítico: la abolición de la
esclavitud en Francia (1848) debe mucho al esfuerzo del masón alsaciano
Víctor Schoelcher.
En 1861 se instaló la Logia de Lagos (Nigeria), bajo la tutela de la
Gran Logia Unida de Inglaterra. Y pronto se asomaron a este país las
logias irlandesas y escocesas. La Gran Logia de Irlanda arraigó también
en Ghana, donde se encuentra una logia de San Patricio, y otras en Rodesia del Sur (hoy Zimbabwe) y en Rodesia del Norte (actual Zambia).
Pero en ninguna nación del continente la masonería ha tenido tanto
peso como en Liberia. En este país, desde la independencia en 1847 hasta
1980, se sucedieron 17 presidentes masones, de los cuales 5 fueron
grandes maestros, afiliados a la obediencia afroamericana Prince Hall.
Símbolo de todo este poderío es el templo de mármol blanco que domina la
capital, Monrovia.
En este periodo, los debates parlamentarios estaban
plagados de referencias masónicas, los masones desfilaban los domingos
en procesión con sus sombreros de copa y sus delantales, y el mismo
palacio presidencial mostraba símbolos masónicos.
Los intentos del presidente y gran maestro William Tolbert, de origen
"américo", como todos sus predecesores, de integrar en la masonería a
figuras destacadas de las etnias locales fueron infructuosos y el país
desembocó en un baño de sangre.
Después del golpe de Estado de Samuel Doe en 1980, muchos dirigentes masónicos fueron asesinados y el templo
saqueado. El fin de la guerra y la llegada a la presidencia de otro
"américo", Ellen Johnson-Sirleaf, podría interpretarse como un regreso
con fuerza de la masonería a la sociedad liberiana.
Por otra parte, varios decenios después de la independencia asistimos
a menudo a una reproducción de las estratificaciones de poder parecidas
a las de la época colonial. Así, la Gran Logia Nacional de Gabón, la
Gran Logia Nacional Malgache y la del presidente gabonés Omar Bongo
están unidas a la Gran Logia Nacional Francesa (GLNF).
En cambio, el
Gran Rito Ecuatorial Gabonés (GRE), los Grandes Orientes y las Logias
Unidas de Camerún (GOLUC), los Grandes Orientes y las Logias Asociadas
de Congo (GOLAC), la Gran Eburnea (Costa de Marfil) y el Gran Rito
Malgache están afiliadas al GODF.
A veces la rivalidad se expresa de modo brutal. En 1996, el gran
maestro del GRE, François Owono Nguéma, acusó públicamente a las logias
rivales de satanismo. En 1997, la laicidad agnóstica recomendada por el
gran maestro del GODF, Jacques Lafouge, en el contexto de los encuentros
humanistas y fraternos malgaches (REHFRAM), suscitó las críticas
virulentas de la Conferencia de las potencias masónicas africanas
(CPMAF).
Finalmente, celosas por el hecho de que la GLNF, deísta, sea la
única obediencia francesa reconocida por la Gran Logia Unida de
Inglaterra y por la masonería americana, las otras obediencias francesas
y las afiliadas africanas le reprocharon que fuera el caballo de Troya
de los anglosajones en África.
Medio siglo después de las independencias africanas, la influencia de
la masonería sigue siendo muy fuerte en el ámbito de la administración
francesa que tiene relaciones con el continente.
Dos miembros del GODF
han ocupado los puestos de consejeros presidenciales para asuntos
africanos: el socialista Guy Penne, con François Mitterrand, de 1981 a 1986; después, a partir de 1997, Fernand Wibaux, con Jacques Chirac. En
el mismo período, los "hermanos" Christian Nucci (GODF) y Jacques
Godfrain (GLNF) formaron parte del Ministerio de la Cooperación para el
Desarrollo.
Esta situación ha permitido tejer relaciones más estrechas con los
presidentes africanos afiliados a estas obediencias. El congoleño Denis
Sassou-Nguesso y el gabonés Omar Bongo (gran maestro de la Gran Logia
Simbólica) están afiliados a la GLNF, al igual que el ministro de
seguridad de Burkina Faso, Djibril Yipènè Bassolé, y del ex ministro de
Economía de la República Democrática de Congo, André-Philippe Futa, gran
oficial de la GLNF, que presume de haber iniciado en la masonería a
muchos jefes de Estado africanos, naturalmente sin precisar a quiénes...
A la GODF fueron iniciados los presidentes Idriss Déby (Chad), Blaise
Campaoré (Burkina Faso) y el ex presidente congoleño Pascal Lissouba; y
también lo fueron los fallecidos Léon Mba (presidente de Gabón) y Gnassingbé Eydema (presidente de Togo).
Algunos añaden a la lista el nombre del presidente centroafricano,
François Bozizé, que habría sido iniciado por Sassou-Nguesso. En cambio,
el presidente camerunés Paul Biya pertenece a la rama disidente de la
Sociedad de la Rosa Cruz, el Centro internacional de búsquedas
culturales y espirituales.
Al contrario de lo que ha sucedido en América, donde la masonería se
puso de parte de los que luchaban por la independencia, en África no
actuó siempre con esa intención.
Los masones negros americanos figuraron
en el entorno de Kuame Nkrumah, primer presidente de Ghana, pero las
logias sudafricanas hicieron poco contra el régimen del apartheid.
No obstante, una cosa es cierta: también en África la masonería ha prosperado, seduciendo a las elites con sus ritos
iniciáticos, con sus prácticas esotéricas y místicas, que recordaban
aquéllas de las confraternidades o de las sociedades secretas anteriores
al colonialismo. Otras razones de atracción se pueden buscar en las
perspectivas de promoción social, que muchos "hermanos" esperan recavar,
y en el sentido fuerte que tienen de la jerarquía.
A través de la masonería, el presidente costamarfileño, Laurent Gbagbo, ha tratado de reforzar sus contactos con el Partido Socialista
francés, en un periodo delicado de su trayectoria política, cuando se
encontraba aislado de la escena regional.
Por otra parte, el carácter
mercantil de las relaciones entre ciertos dirigentes africanos masones y
la orden a la que pertenecen suscita no pocos interrogantes. En 2005,
el semanario francés L'Express reveló que el presidente de la República de Congo donó 380.000 euros al gran maestro de la GLNF, Jean-Charles
Foellner. Todavía no se sabe por qué servicios prestados a
Sassou-Neguesso, miembro de la GLNF.
Sin embargo, la masonería no ha estado siempre y sistemáticamente
ligada al poder en África. Por ejemplo, los regímenes de partido único
-de tipo fascista o comunista- consideraban la masonería como
potencialmente subversiva y le hacían la vida imposible.
En 1963, los
miembros del Partido Democrático de Costa de Marfil sufrieron una
verdadera y auténtica caza de brujas y fue necesaria la mediación del
GODF con el entonces presidente Félix Houphouet-Boigny para permitir a
la filial costamarfileña del Gran Oriente poder actuar en el país.
En el ex Zaire (hoy República Democrática de Congo), Mobutu prohibió
la masonería al día siguiente de dar el golpe de Estado en 1965 y no la
rehabilitó hasta 1972, gracias a la petición del Gran Oriente de
Bélgica. Además, después de la independencia, los regímenes
"progresistas" de Guinea, Malí y Benín clausuraron las logias.
En el terreno estrictamente político, sería impropio limitar la
influencia de los masones sólo a las intrigas en torno a los
detentadores del poder. En numerosas ocasiones, los "hermanos de la luz"
se han dedicado a aplacar las tensiones políticas. Así, durante la
Conferencia nacional para la democratización a comienzos de los años 90,
la logia del Gran Benín difundió un oportuno llamamiento para instaurar
un clima de tolerancia. Y todavía más, las logias camerunesas y
costamarfileñas trataron, sin éxito, de reconciliar a Lissouba y Nguesso
durante la guerra civil en Congo-Brazaville.
Los desafíos de hoy son otros. En Nigeria asistimos a la emergencia
de una masonería étnica, que se distancia de las obediencias inglesa,
irlandesa y escocesa. A esta corriente pertenece la Reformed Ogboni
Fraternity, presente en el Delta del Níger, que ha roto con el
"fetichismo" y afirma promover la moralidad, la disciplina y la búsqueda
de la verdad.
Nacida como organización cristiana, ha evolucionado para integrar a
no cristianos, aunque mantiene que el objetivo final es servir a la
causa del pueblo ogoni (Ken Saro-Wiwa, escritor implicado en esta lucha
contra el régimen militar en 1995, era un ogoni), que lucha por ver
reconocido su derecho a la tierra y a la plena ciudadanía.
Otro desafío. Si al comienzo -excepto la Iglesia Reformada Holandesa
en Sudáfrica, contraria a la doble pertenencia- la mayoría de las
Iglesias protestantes se mostró indulgente hacia los miembros inscritos
en la masonería, en los últimos años se está produciendo un
endurecimiento de esta postura.
Uno de los síntomas es la polémica que ha dividido a la Iglesia
presbiteriana del África Oriental, cuando en Kenia, en 2004, los
partidarios de una de sus facciones destruyeron las vidrieras de la
iglesia de San Andrés de Nairobi, porque, según ellos, mostraban signos
similares a los de la masonería. De ahí la indignación de los demás
miembros de la comunidad.
Los cristianos no tienen el monopolio de este tipo de polémicas. En Senegal, los intelectuales musulmanes discuten, y no siempre
serenamente, sobre la compatibilidad de la pertenencia al Islam y a la
masonería.
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