El Anfiteatro de Thysdrus, se encuentra ubicado en medio del Desierto de Tunez. Esta Gigantesca Obra, que Parece Salir de la Nada, se Construyo en Solo Ocho Años,  y es uno de los Anfiteatros mas Grandes del Imperio Romano. 
Djem es una ciudad que está a unos 200 Km. de Túnez (al sur) y es famosa por
 su maravilloso anfiteatro, que en los tiempos de del cónsul romano 
Gordiano I, gozaba de las mas digna reputación por su grandeza y 
esplendor.
Giordano
 era casi un anciano, con mas de 70 años, que había sido enviado a 
África con el cargo de procónsul. Con el tiempo logró ganarse la 
simpatía del pueblo por su apoyo a los juegos y espectáculos, y en 
cuanto tuvo la oportunidad de pasar a la posteridad con la construcción 
de una majestuosa obra para topo el pueblo, lo hizo sin 
condicionamientos.
En el año 230 d.C., Gordiano I lo mandó a construir en Thysdrus y se ejecutó en tan sólo ocho años. De la arena del desierto se levantó
 una edificación que se caracteriza por la armonía y el equilibrio, 
parece como caído del cielo. Es el edificio antiguo mas grande de África
 y como anfiteatro es el cuanto en orden de tamaño, después del de Roma, Capua y Pozzuoli.
El
 anfiteatro de El Djem es una atrevida obra de impresionante 
monumentalidad. La arena se alza completamente libre, sin ningún tipo de
 apoyo en alguna pendiente o concavidad del terreno.
Esta asombrosa obra de la arquitectura romana tiene unos 148 m. de largo por 120 de ancho, y podía albergar cómodamente a mas de 40.000 espectadores. Las habitaciones y los pasillos del anfiteatro están decorados con magníficos mosaicos. Posee 64 arcos de tres pisos.
A
 pesar de sus dimensiones, este grandioso edificio de arenisca, que es 
atravesado por los rayos del sol, transmite una indescriptible sensación
 de ligereza y sublimidad. Los arquitectos mostraron un gran ingenio a 
la hora de idear las arcadas, y lograron su objetivo: que la luz pudiera
 «cubrir» la arena desde todas las direcciones y hacer parecer a ésta transparente.
Los
 64 arcos de cada uno de los tres pisos confieren a la obra una 
sensación de auténtica filigrana. Especialmente logrados son los 
preciosos mosaicos del interior del anfiteatro, donde se percibe una 
armoniosa mezcla de tradición árabe y arte romano.
 Debajo de estos arcos
 estaban ubicados las jaulas en donde se encerraban a las fieras, a los 
gladiadores, esclavos y condenados a muerte. Este coliseo es recodado 
por su agresividad en los juegos, ya que a veces se enviaba a los 
condenados a luchar en la arena sin armas y eran descuartizados 
públicamente.
El
 material necesario sobre todo los enormes sillares de arenisca debió 
transportarse desde canteras situadas a más de 30 Km. de distancia, de 
una zona conocida como Madhia. Dado que la arenisca es blanda y 
frágil, los sillares tenían que tener unas dimensiones considerables 
para soportar toda la estructura. Su color es realmente singular y se ha
 conservado hasta hoy. La caliente y terrosa arcilla absorbe la luz 
solar de tal manera que parece incluso arder, al tiempo que sigue 
confiriendo a la obra su grandioso atractivo.
El
 anfiteatro de Thysdrus fue la última gran arena construida durante el 
período del Imperio Romano. Se trata de un grandioso monumento 
arquitectónico que fascina por su sobresaliente calidad y su elegante y 
casi perfecta armonía. Modelados por el paso de los siglos, los bloques 
de arenisca de Thysdrus «cuentan» hoy sus propias historias, aquellas 
que el viento y los agentes meteorológicos dejaron impresos en ellos.
El anfiteatro de Thysdrus se levantó lejos del mar y de todas las rutas 
comerciales importantes; aun así, parece que la financiación del 
proyecto no supuso un problema demasiado difícil de superar. El capital 
procedía del comercio de olivas. Desde los tiempos de César, la estepa 
norteafricana se había convertido en el olivar del imperio. Así, durante
 los dos siglos en los que se cultivó este fruto, la región llegó a ser 
la mayor proveedora de aceite del mundo romano.
Las
 rentas obtenidas del aceite de oliva hicieron de Thysdrus una ciudad 
muy rica y próspera. La bonanza económica se tradujo en un gran 
bienestar, aunque también en una ambición, una arrogancia y un deseo de 
emancipación muy manifiestos, como lo atestigua todavía el fabuloso 
anfiteatro que osaron construir. En el año 238 d.C., la provincia de Thysdrus se encontraba en su máximo esplendor y, consciente de ello, se 
alzó contra el poder central. No obstante, Roma sofocó el levantamiento 
sin piedad alguna.
La
 cultura de la ciudad de Thysdrus, que en otros tiempos llegó a ser una 
floreciente metrópoli, se hundió en pocos años, y el anfiteatro no llegó
 a terminarse nunca. Hacia finales del siglo XVII, las tropas del 
conquistador turco Bey Mohammed hicieron saltar por los aires la parte 
posterior de la edificación.
Durante
 varias generaciones, el anfiteatro fue «desarmado» como si se tratara 
de una cantera. Aún así, en los mosaicos todavía permanece vivo el mito 
de los Juegos Olímpicos. El orgullo, la pasión y, sobre todo, el 
espíritu de lucha convirtieron Thysdrus en un centro cultural del África
 antigua.
Datos:
* Longitud: 150 m, aprox.
* Anchura: 120 m, aprox.
* Altura: 36 m (tres pisos), aprox.
* Tiempo de construcción: 8 años (230238)
* Material de construcción: Arenisca.


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