Del Reino Ugandés de Toro al Emirato de Kano en Nigeria, no
esperen encontrar demasiadas coronas. Pese a que el imaginario colectivo
occidental concede un gran poder a la figura de los reyes africanos, en
todo el Subsahara tan solo hay dos monarquías funcionales: Suazilandia (absoluta) y Lesotho (constitucional). Especialmente llamativo es el primer caso.
En la actualidad, se estima que el 39% de todos los
habitantes de entre 15 y 49 años de edad de Suazilandia están infectados
de Sida. De igual modo, cerca del 70% de la población vive con menos de un euro diario. En palacio, eso sí, las cosas se ven de diferente manera.
Mientras que la fortuna del actual monarca, el Rey Mswati III, se cuantifica en cerca de 200 millones de dólares, son los excesos
sexuales del propio mandatario, quien cuenta con al menos una docena de
esposas, los más denunciados por la comunidad internacional.
Diferente, no obstante, es el caso de Lesotho y su monarca,
Letsie III. Desde que en 1995 fuera restaurada la casa real en este
Estado, la autoridad de la Corona es prácticamente ceremonial.
Sin embargo, y al margen de estos dos casos, al menos una
decena de reinos en el continente cuentan con reconocimiento político.
Aunque sin autoridad efectiva.
"En Uganda, monarquías como las de Toro (casa real fundada en 1830) fueron reinstituidas por el Gobierno en 1993 como modo de acercar a las comunidades.
Fue tan solo una maniobra política", asegura a ABC Mwambutsya Ndebesa,
catedrático del departamento de historia de la Universidad de Makerere.
Para experto, a pesar de la reciente "monarquización" que
experimenta el país (en las últimas dos décadas se han recuperado reinos
como los de Bunyoro o Busoga), los dirigentes de estas regiones se
enfrentan a numerosas contrariedades. Sobre todo, al sufrir el dilema de
preservar las tradiciones de sus comunidades y tener que lidiar con la
lucha por los recursos naturales.
Éste es el caso de la monarquía Buganda, principal grupo étnico del país,
cuyos enfrentamientos con el Gobierno central se han recrudecido en los
últimos años. Más aún, después de que en 2010 se desatara un incendio
en el cementerio de Kasubi, designado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, y lugar de entierro de hasta cuatro reyes del grupo étnico.
En este sentido, los Buganda (quienes acusan al Ejecutivo de tratar de expropiar sus tierras) apelan a los derechos tradicionales de la tribu, en el poder de forma casi ininterrumpida desde el año 1300, para reclamar un espacio en el Gobierno de su país.
Rey de Buganda, Kabaka Mutebi II.
Un caso similar al del Reino ghanés de Ashanti o al
conflictivo emirato de Kano (este Estado nigeriano es sede habitual de
sangrientos ataques de la milicia islamista Boko Haram).
Sin espacio en la historia
Otros, en cambio, parecen ya haber perdido la batalla frente a la historia.
A mediados de 2010, el presidente de Sudáfrica, Jacob Zuma, anunciaba la supresión de casi la mitad de las monarquías tradicionales de Sudáfrica.
«El régimen de apartheid creó su propio liderazgo
tradicional a costa de algunas comunidades», aseguró entonces Zuma,
quien reconocía que algunos reyes fueron nombrados por el anterior
Gobierno de mayoría blanca. Bajo esta premisa, seis de las 13 monarquías
del país tocarían a su fin a la muerte del actual heredero para
corregir "los errores del pasado" y reducir las tensiones entre los
líderes rivales.
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